En España no existe el
bipartidismo. No al uso de otras democracias con las que nos podemos comparar.
Existe una pluralidad de partidos garantizada en la Constitución y una ley de
partidos que igualmente garantiza esa pluralidad. Otra cosa son las leyes
electorales que regulan el reparto de la representatividad de los partidos a la
hora de convertir sus votos en escaños en el congreso, senadores o concejales
en ayuntamientos, que puede discutirse. Canarias es un buen ejemplo. Aunque también podemos hablar de la sobrerepresentación de los partidos nacionalistas. Pero de un
tiempo a esta parte la idea de que en España hay bipartidismo y además que es
perjudicial para nuestro sistema democrático ha ido cuajando en una buena parte
de la ciudadanía. Sin ser cierta esa idea del bipartidismo, podríamos darla incluso por
buena si tenemos en cuenta el hecho de que este periodo político iniciado en la
transición en la que ha habido tres partidos distintos que han gobernado el
país, y seis presidentes del gobierno, dos por cada uno de esos partidos, ha
contribuido a que España haya dado el salto cualitativo en lo social, en lo
político y en lo económico más importante de su historia. Más allá de que
estamos en un periodo de revisión, de renovación y de inventarnos un modelo que
nos de otros treinta años de desarrollo como sociedad sin que lo paguen los de
siempre. Es decir, los que menos tienen. Pero dicho esto, es cierto que la idea
de que existe un modelo bipartidista en España como dije ha cuajado entre una
parte de la ciudadanía, pero sobre todo en una parte de ella que tiene un
perfil más progresista, más de izquierdas y más crítico con el tiempo que le ha
tocado vivir. Al votante conservador, digamos que esta idea ni le preocupa.
Dicho de otro modo, esa idea del bipartidismo está desgastando la potencial
base sociológica del PSOE. A ello contribuye que mi partido ha desfigurado su
perfil político y que necesita urgentemente volver a definir un espacio público
con el que los ciudadanos se puedan identificar en un proyecto de defensa de la
igualdad y la justicia social. Sin embargo, dicho esto, esa idea del
bipartidismo y de su necesidad de superación, está produciendo un
fraccionamiento del voto progresista, una fuga de base social del PSOE hacia
otros proyectos que están nutriéndose de ese rechazo a un falso bipartidismo. Por
lo que si tenemos en cuenta que en España sólo existe un partido conservador,
que abarca todo el espectro de la derecha, desde un centro derecha moderado
hasta la ultraderecha más reaccionaria, que a la base social del PP no le
preocupa nada si existe bipartidismo, a la que no le espantan los escándalos de
corrupción ni el incumplimiento sistemático del programa electoral, llegamos a
la conclusión de que esa fuga de base social más progresista que si ha comprado
la idea de la existencia del bipartidismo y de su perversidad, beneficia justamente por aplicación
de la ley electoral, sobre todo al proyecto conservador de España. Un dato. El
PP goza de una mayoría absoluta con menos votos de los que obtuvo el PSOE en
las elecciones de 2008. Por eso, y sin eludir la necesidad de que el PSOE encuentre
esa nueva alianza con la mayoría social de este país, lo cierto es que quizá,
de jugar a la idea de que existe un bipartidismo y que hay que terminar con el,
la alternativa que nos quede no sea una pluralidad de formaciones políticas,
sino simple y llanamente un monopartidismo de derechas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario