Esta semana hemos vuelto a vivir muy de cerca el drama de la inmigración ilegal, de seres humanos desesperados que huyen de un mundo de penurias haciendo un viaje desde el corazón de África hasta las playas del primer mundo dejándolo todo atrás, incluso en muchos casos la propia vida. Pero como en todo, en el fenómeno de la inmigración no todos somos iguales, y siempre por encima de diferencias religiosas o raciales, las diferencias más injustas son las económicas. De esa diferencia depende como el primer mundo te recibe, da igual el color de tu piel o el dios al que le reces en tus momentos de angustia. Lo que cuenta es si tienes o no dinero. Cuanto estás dispuesto a pagar. Tan viejo como el mundo.
La frontera de Ceuta y Melilla con Marruecos plagada de las concertinas jalonadas de hojas meticulosamente diseñadas para rasgar la piel y hacer el máximo daño posible es la carta de presentación, la bienvenida que puso en marcha el Ministerio del Interior para esos seres humanos desesperados que no están dispuestos a parar después de un largo viaje a las puertas de lo que ellos consideran el paraiso en donde todas sus penas y sus necesidades serán atendidas. Que solo tiene para ofrecer a cambio una historia dura y terrible. No hay concertina que pueda contra la desesperanza de volver atrás. Esta semana las imágenes de un grupo de inmigrantes tratando de llegar a nado a la playa han puesto de manifiesto una vez más una realidad que no podemos esconder en este nuestro primer mundo bajo la alfombra. Esta vez fueron pelotazos de goma y miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado equipados con medios antidisturbios los que les recibían en la antesala del paraíso.
Pero la bienvenida no siempre se manifiesta en forma de cuchillas o de pelotazos de goma, sólo depende de que en lugar de desnudo y a nado tu entrada a nuestro mundo no sea en una barcaza desguazada sino en un jet privado. Por eso, este gobierno del PP ha decidido poner en venta la condición de ciudadano legal en nuestro país. Los ultradefensores de lo genuinamente español han inventado la venta de la españolidad. No es necesario que sepas el idioma o que hayas leído el Quijote, ni siquiera que tengas unos mínimos conocimientos de nuestras leyes o de nuestro sistema político. Solo es necesario que tengas 500.000 euros y adquieras una o varias propiedades inmobiliarias. Con el cheque te entregarán tus papeles y un amable funcionario, equipado únicamente con una sonrisa y no con un equipo antidisturbios, te entregará tus papeles en regla. Eres de los nuestros le decimos. Así se ha aprobado en la Ley de apoyo a los Emprendedores que ha aprobado el pasado mes de septiembre el PP. En definitiva, la cuestión no es si eres o no inmigrante, sino si eres o no pobre. Hipocresía nada más.
* publicado en el Diario de Avisos de Tenerife el domingo 16 de febrero de 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario